Este número de la revista coincide con la celebración del día del agrónomo en Ecuador, uno de los profesionales clave en el sector de las flores. Metroflor se ha encargado, desde hace ya muchos años, de no dejar pasar esta fecha sin el homenaje que merecen quienes ponen su esfuerzo día a día en dar belleza a las flores y en acercarlas cada vez a la perfección. Con este primer número de la Revista, damos inicio a esta tradición también en Ecuador, donde el día del agrónomo se celebra el 21 de junio.
«Cuando regalamos flores, regalamos sentimientos, regalamos felicidad», así nos lo han manifestado múltiples veces los colegas del sector. En la dura época que acaba de pasar, las flores sirvieron para acercar a quienes estaban distantes, para consolar a los tristes, solos y enfermos, y para adornar espacios que con ellas se hacían más habitables y menos monótonos. Las flores no son solo un obsequio, son también portadoras de alegría y esperanza. Pero su obtención y cuidado requieren más experticia y esfuerzo del que la mayoría de personas se alcanzan a imaginar.
Por esa experticia y esfuerzo agradecemos en esta fecha a los agrónomos y agrónomas, pero también a los demás profesionales del sector, sin quienes este hermoso y reconfortante producto no podría ser posible.
Feliz día del ingeniero agrónomo y que su labor siga dando frutos y trayendo alegría al mundo.
Oración del ingeniero agrónomo
Señor,
Tú que en el alma me diste
la vocación de palpar las madrugadas
de despertar el alba
abrigada con el aliento de los rastrojos
que aún duermen la alegría de mi niñez;
Tú, que me nombraste testigo de la creación
y me diste todo el amor
para atender y conservar la naturaleza;
Tú, que bajo el ardiente sol
que ateza mi piel y acera mi espíritu,
quisiste que animara los senderos
para defender los copos de genial blancura,
los granos dorados de los trigos encendidos
y los sorgos enrojecidos de la llanura
cuidados con la mano de la ciencia que aprendí,
de la palma que crece en la planicie,
enséñame la rectitud y la entereza
y de los algodones que crecen en la Costa,
la docilidad de un niño adormilado
y la blancura sacra del armiño en su selva;
de la magia encantadora de las flores
en su ambiente de aroma y color,
dame la frescura que engalana la mañana
y la ternura de una caricia maternal.
Señor,
no permitas que con mi recetario y mi lápiz
formule aquello que
que desembellezca tu naturaleza y la mía,
permitid que mi ciencia alimente muchas vidas
y abrigue las ilusiones y los cuerpos
y calme la sed y sacie el hambre
del barro que moldeaste
con tu magnificencia manual
y que hasta las brisas decembrinas se alegren
con la abundancia de las cosechas que cuidé.
Regálame Señor
La constancia de un atleta,
el cerebro ágil de un pensador
y el alma de un poeta…
para cumplir fielmente con mi trabajo
y dame un corazón tan grande
que quepa en él la naturaleza entera.